
Simón siempre se ha caracterizado por escribir y rodar trabajos basados en experiencias personales, pero en Carta a mi madre para mi hijo da un paso más allá. La directora catalana se abre en canal para confesarnos sus anhelos y miedos más profundos sobre la maternidad, un relato emocional sobre el pasado y el futuro, sobre su madre y su hijo.
Carta a mi madre para mi hijo se estrenó en Venecia dentro de la Giornate degli Autori, ciclo de cine paralelo al Festival de Cine de Venecia, un proyecto que forma parte de Miu Miu Women’s Tales, una iniciativa de la diseñadora de moda Miuccia Prada que pretende promover las miradas femeninas en el cine y que ya ha contado con trabajos de Agnès Varda, Lucrecia Martel o Zoe Cassavetes. Un cortometraje en el que la directora catalana deja de lado el realismo característico de su cine y nos envuelve en una experiencia onírica, un viaje entre lo real y lo imaginado en el que sueña a su madre.
Como descubrimos en su primer largometraje, Estiu 1993, los padres de la directora murieron de sida cuando ella solo tenía seis años, por lo que casi no tiene recuerdos de ellos. En este nuevo trabajo, Simón trata explicar a su hijo, y a si misma, como era esa madre, o al menos imaginársela. A través de los escasos recuerdos que tiene de ella: fotos, cartas, ropa o viejas cintas de música, construye un relato que puede verse como cuento para su hijo, pero también como poema de amor incondicional sobre la madre que apenas conoció.
El cortometraje comienza con un prologo en el que vemos a Simón posar desnuda en los momentos finales de su embarazo, al igual que lo hizo su madre cuando estaba embarazada de ella, y es que dónde su madre estuvo ahora está ella. «A Manel no le faltarán abuelos ni bisabuelos ni tíos ni un padre» le escribe a su madre. Y es que Carla Simón quiere darle a su hijo lo que ella nuca pudo tener, una historia familiar. Y a través de ráfagas de una vieja Super 8 vemos a sus abuelos, tíos, bisabuelos y padres cosiendo, andando en bici o recitando poesía.
De ahí pasamos a la historia de su madre, contada desde los años 60 hasta la actualidad. Viajamos a través de esa niña aburrida que sueña mirando al mar, pasando por la joven enamorada que disfruta de la libertad y baila, hasta llegar a esa madre, ya mayor, que se sienta para conversar con su hija. Un cuento que viaja entre lo real y lo imaginado, pero que, sobre todo, está lleno de amor. Y es que en el cine de Carla Simón la cámara fluye entre los personajes dejándoles vivir en libertad. Sin condicionarles ni atraparles, tratando a sus personajes con delicadeza y cariño, para mostrar un retrato dónde las miradas y las imágenes hablan por si solas.
Carla Simón plasma sus anhelos y también sus miedos y los define en una frase «Creo que hago cine para poder invertarte e invertarme. O puede que lo haga porque no quiero morir». La catalana se desnuda en cuerpo y alma para acercarnos a su propia historia y hacerla universal. Un relato sobre el amor de una madre hacía su hijo, sobre el amor de una hija hacía su madre. Un sueño rebelde y cariñoso de quien dejo de ser hija para ser madre y que a la vez deja atrás la tristeza, el dolor y el miedo, para poder amar incondicionalmente.